No hablamos del descubrimiento de alguna civilización escondida, sino simplemente del propio subsuelo de nuestra población.

Si, porque en varios lugares de esta ciudad existen y existieron distintos sitios que debajo de sus pisos, sean de tierra, hormigón, baldosas o maderas, esconden o tienen verdaderos subterráneos cuyo destino final no se conoce con exactitud.

Estos lugares han sido encontrados en diversidad de edificios, casi todos con su misma conformación y con iguales materiales, explicándose en algunos casos como que fueron construidos para almacenar agua de lluvia, mientras que otras personas dicen que lo fueron para protegerse de las incursiones de las distintas fuerzas militares de la época de la revolución. 

Lo concreto es que no se ha logrado hasta ahora, establecer un destino o un fin para el cual fueron construidos.

 Hace ya varios años, en el 2005, el Centro Histórico y Geográfico de Soriano organizó una jornada sobre este tema, congregando a numerosos vecinos que tenían conocimiento de estos túneles o que habían oído hablar de los mismos; la mayoría de los concurrentes aportaron sus vivencias, sus especulaciones, sus ideas y los datos que de cada uno de esos enigmas conocían.                                                                           

Sucede que día a día surgen nuevos elementos o nuevas noticias, ubicándose alguno nuevo o dando datos sobre otros de los que se ha oído hablar.

 Algunas referencias hacen mención a que existía un largo pasadizo subterráneo que conducía desde lo que fue el Cuartel Gral. Luna hasta la propia Plaza Independencia, pasando debajo de la actual Catedral, cosa que verdaderamente debe deshecharse por las siguientes circunstancias: el Cuartel comenzó a conformarse recién en la década del año 1880, lo que descartaría tanto que sirviera como protección contra las luchas políticas de la época de la Independencia, como de la necesidad de juntar agua para poder subsistir la población.

   Sin embargo, sí se ubicaron varios de estos lugares subterráneos en la manzana digamos central de la ciudad: en la actual calle Colón, acera este, bajo el piso del antiguo edificio del Banco de la República (hoy Agencia Nacional de Viviendas), ya que al realizarse las obras para este nuevo edificio se encontró un amplio pozo circular y un largo corredor, todo revocado, a una profundidad no menor a los 4 o 5 metros, teniendo el corredor una altura de más de 2 metros y un enigmático escalón lateral en toda su longitud.

Quienes bajaron y lo recorrieron   manifestaron que el túnel estaba dirigido  hacia la Catedral.

 La altura desde el piso del túnel hasta el piso por el que circulaban clientes y funcionarios del Banco sin sospechar de su existencia, alcanzaba a los cinco metros, lo que se aprecia en la fotografía que se adjunta, debiendo utilizarse una larga escalera para descender al mismo.

También en esa misma manzana, pero por la actual calle Ferreira Aldunate, en edificio que perteneciera al Banco Hipotecario, hoy sede de ANDA, existe un lugar semejante, aunque de menor proporción en la bóveda , pero sí con igual pasadizo en dirección al norte, hacia la propia Catedral.

Este sí fue recorrido hasta su lugar donde está clausurado por el autor de esta nota.

También al excavarse para  plantear los cimientos para el edificio Plaza sobre la calle de Castro y Careaga, bajo lo que fue el primer cementerio de la población, también se halló algo parecido, que pronto se cubrió para no demorar las obras.

En aquella reunión del Centro Histórico, de la que participaron 54 personas, uno de los concurrentes manifestó que otro de esos túneles partía de la Catedral cruzando bajo la Plaza, en dirección al Colegio de las Hermanas del Huerto, cosa que no se ha confirmado con pruebas.a esquina NO.de calles Colón y Don Bosco, partía un túnel que desembocaba en el Cuartel en un espacio algo oculto, pasaje que utilizaba el comandante quien lo habría hecho construir, para aparecerse de improviso ante sus subordinados controlando que estuvieran cumpliendo sus órdenes. Se menciona que aún existe parte de este corredor, estando por supuesto tapiado en los lugares que recorría bajo el piso de la hoy Terminal.

Lamentablemente todos estos sitios han sido tapiados, impidiéndonos averiguar su verdadero cometido, dando lugar a múltiples interpretaciones.

Pero no son sólo los túneles, sino también muchos lugares que continuamente son invadidos por las aguas, lo que indica sí la existencia de numerosas vertientes bajo el suelo sobre el que vivimos.

 Dato más ilustrativo es la manifestación de los propietarios de una finca en calle Manuel Oribe a metros de J. E. Rodó, que manifestaron en aquella reunión a que hicimos referencia, que en determinado momento debido a que había cedido el `piso de un garage de ese bien, quedó al descubierto una enorme cavidad que a algunos metros de profundidad mostraba arena y mucha agua, casi como una pequeña playa según aseguraron.

Este caso no es raro, pues en ese lugar o muy próximo surge de las entrañas de la tierra la vertiente que origina la conocida Zanja Padilla, que corre primero por M. Oribe y luego por José P. Varela, zona que es la primera que se inunda con las crecientes del río Negro

Lo cierto es que para volver a reconstruir el piso de ese local y poder nivelarlo con el resto del bien, hubo que volcar en ese enorme hueco, según manifestaron, nada menos que unos 18 camiones de tierra.  En otros varios lugares existen sótanos o espacios bajo tierra que están permanentemente manando agua, la que tiene que ser evacuada con equipos y bombas continuamente, siendo nombrados entre otros, el que existe bajo el Teatro 28 de Febrero, propiciando su reconocida acústica especial; otro bajo el edificio de la Caja de Jubilaciones, también otro en una  propiedad en la esquina de la vieja calle Sarandí y Paysandú y otros ubicados en esa línea perpendicular al río.

También la calle Buenos Aires (hoy Dr. Ricardo Braceras), era nombrada por antiguos viajeros que al descender de los barcos en el muelle se encontraban con verdaderos arroyos que debían sortear buscando algún sitio no inundado para poder vadearlos.

En aquella reunión referida se manifestó también por vecinos, que por allí también corrían vertientes en la zona de aquella calle con la actual José E. Rodó.                             

 En este caso se acrecía la incredulidad pues a lo manifestado, se agregaba la existencia de un botín o tesoro en monedas o libras que habría sido enterrado en unas fincas que por allí existían y que recibía la visita de un conocedor de esa fábula, quien cada tanto aparecía en escena acompañado de un burro blanco, realizando excavaciones en esos lugares tentando suerte, aunque hasta ahora aparentemente sin resultado, aunque el burro no se vio más, como tampoco el forastero.

 También en la zona de 18 de Julio y Detomasi, hemos comprobado con otro integrante del Centro Histórico, otro espacio semejante a los primeros, bajo el dormitorio de un profesional, lugar al que accedimos y comprobamos y del que tampoco existe explicación.

    Recordamos también manifestaciones de Justo Pozzolo, de que cuando estuvo al frente del Castillo de Mauá, intentó comprobar los dichos que establecían que existía un túnel que desde un lugar de la edificación concluía en el propio río.

Existía sí una especie de ingreso cercano a la costa en el que penetraron algunos arriesgados, pero el trayecto se bloqueaba y no se ubicó nunca una entrada dentro del predio del edificio. 

En lo particular, manifiesto que las razones atribuidas a la construcción en especial de las bóvedas y los túneles no son de recibo por que: primero la necesidad de agua no era tan imperiosa como para realizar esas enormes construcciones y obras de verdadera ingeniería, en razón de encontrarse el río a escasas cuadras de distancia donde podían los vecinos proveerse del líquido elemento, personalmente o a través de los aguateros, y lo de que pudieran haber sido destinados para refugio o escape de contiendas políticas o militares tampoco, pues de acuerdo al aspecto que muestran sus paredes que están cubiertas de cal lustrada y perfectamente diseñados, no tienen tanta antigüedad, pues esos edificios en los que existen fueron construidos en su totalidad en fecha muy cercana o posterior al 1900 lo que descarta esa otra razón de su existencia.

Lo que sí llama la atención es que entre la enormidad de permisos de construcción tramitados ante la oficina respectiva del gobierno departamental a través del tiempo, nunca se hizo mención a la existencia de esos lugares escondidos. En lo particular, sólo he visto uno de esos planos en el que se establece bajo el nivel del piso de la edificación un espacio determinado, pero que no sigue la forma ni las medidas de los comentados, pareciendo mas bien un amplio sótano.

En este último caso coincide esa construcción con la cercanía de otra propiedad en calles Ituzaingó y Fcio. Sánchez, que también tiene permanentemente una bomba trabajando para extraer el agua que brota en su subsuelo y que al impregnar la tierra sobre la que se asientan los adoquines en ese cruce de calles, promueve que los mismos pierdan su base y deban continuamente ser removidos y vueltos a colocar. 

Hay también menciones a depósitos inundados permanentemente (edificio Petrovich en Rodó y H. y Espinosa y también en comercio en esquina de Rodó y M. Oribe), pero que han sido eliminados.

Dejamos las especulaciones a cargo de los lectores.